sábado, octubre 20, 2012

El trono de Lilith

Lilit (1892) por John Collier.
Lilith reclama su trono
Lilith, deja que me postre a tus pies. Acepta que deposite ante ellos la plateada simiente de un Árbol por venir. Permíteme nutrir esa semilla con el rocío que impregna las alas de mi matinal deseo.

Consiente que me arrodille ante tu sagrado santuario, y que mis lágrimas más dulces limpien la milenaria herida que te infligieron aquellos profanos pescadores. Aquellos que imaginaron peces en el firmamento. Aquellos que rasgaron tu divino templo sirviéndose de redes tejidas con la herrumbre de clavos oxidados. Aquellos que arrojaron tu sacro cuerpo al más negro de los abismos. Desconocían que tú eres cántaro que emana... y agua que corre. Olvidaron que el fluir de tu esencia traspasa redes mucho más allá del olvido de las estrellas.

Siempre fuiste avatar primordial, la única que advirtió que Arriba y Abajo, que Tierra y Cielo se intercambian como el aliento de dos llamas confundidas en un óvulo primigenio.

Yo me alzo y envuelvo tu venerado cuerpo con mis invisibles brazos, y te miro a la altura de los ojos, de igual a igual. Yo anhelo ser espejo de tu más sentida caricia. Yo quiero ser inspiración y expiración de tu más exuberante resuello. Yo deseo despertar la profecía de tu más profundo sueño.

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Otras versiones sobre la (injusta) historia de Lilith:


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