El principito y la serpiente amarilla |
La serpiente como arquetipo
Al parecer, cuando abandonamos la niñez, cuando despertamos a la adolescencia, somos irremediablemente picados por una serpiente que nos inocula el veneno de dos apetitos: el del intelecto y el sexual. Y algunos dictaron que tal cosa era algo pecaminoso, o eso es lo que intentaron esculpir en mi alma desde bien pequeño.
Esa picadura mata al niño, y despierta al adolescente. El niño contemplaba el mundo con los ojos del corazón. El adolescente olvida poco a poco esa mirada y se centra en los ojos del intelecto, aquellos que solo creen en lo visible, en lo que se puede palpar. Más o menos como aquel Santo apóstol de nombre Tomás.
Desde hace milenios (toda una era para ser más explícitos) la sabiduría, como máximo exponente del intelecto, y la sexualidad han sido desdeñadas, arrojadas al abismo del pecado... y no entiendo muy bien porqué, o sí lo entiendo, pero no lo acepto. La carga de semejante culpa ha sido demasiado pesada y longeva.
Se puede ser adulto y encontrar un perfecto equilibrio entre la mirada del corazón y la mirada del intelecto. Además, se debería entender la sexualidad como camino y vehículo para obtener la sabiduría más sagrada.
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La serpiente como arquetipo de la Sabiduría y la Sexualidad:
El principito y la serpiente amarilla
El principito regresó cuando aquel aviador se perdió y se enfrentó a la soledad y el silencio del desierto. Y de nuevo partió cuando el aviador tuvo que abandonar el desierto. Pero esta vez, el principito no murió, simplemente legó su secreto y se transformó en quinientos millones de estrellas en el Cielo.
Aun así, no entiendo muy bien porqué, yo también lloré cuando aquella serpiente amarilla mordió al principito.
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