viernes, diciembre 21, 2012

El encuentro con el arquetipo

La sombra de Carl Gustav Jung
Prefiero ser un hombre completo a un hombre bueno

Antes de ir a ninguna otra parte es necesario que tengamos claro lo que entendemos por Arquetipo. Un arquetipo es un patrón de comportamiento, una energía con sus propias luces y sombras, un personaje que nos constituye.

Los arquetipos o imágenes primordiales son la base originaria de todas nuestras experiencias y, al igual que los instintos, son una parte esencial que requiere ser expresada. los arquetipos representan todo el potencial existente en la psique humana, una fuente de conocimiento inagotable.

Todos los seres humanos nacemos con la tendencia innata –o arquetípica- a desarrollar una sombra, compuesta por características personales que han sido rechazadas y reprimidas y que no registramos como propias, pese a percibirlas con gran claridad en el mundo externo.

Mencionar a la sombra suele generar rechazo y temor, ya que creemos que está poblada únicamente por aspectos negativos, que nos hacen sentir malos y culpables. Sin embargo, además de contener lo que hemos rechazado, reprimido o proyectado, incluye talentos y dones de diversa índole que aún no hemos desarrollado a nivel consciente. La sombra no es algo patológico, ni algo que deba ser remediado; es una parte integral de la naturaleza humana. Referirnos a la sombra como nuestro lado oscuro no es un término peyorativo, sino que alude a que no está iluminada por la luz de la conciencia.

Nos encontramos con la sombra todos los días: cuando nos enfurecemos porque alguien nos decepciona, cuando rechazamos a una persona que ni siquiera conocemos, o idealizamos a otra. Nuestras reacciones emocionales y los juicios que formulamos de manera automática e inmediata reflejan aspectos inconscientes propios, y si logramos reconocerlos, tenemos la oportunidad de conocernos más plenamente.

Para conocernos, o más bien, re-conocernos, necesitamos tomar conciencia que todo lo que admiramos o rechazamos en los demás existe en nuestro interior. Ello se debe a la proyección: el mecanismo de defensa inconsciente mediante el cual les atribuimos características propias a otros. Al proyectar, depositamos un aspecto interno en alguna persona o situación externa, y luego reaccionamos frente a ésta de manera positiva o negativa, con atracción o con rechazo.

La proyección puede ser empleada de dos formas diferentes. La primera consiste en culpar a otra persona por nuestras faltas. El otro tipo de proyección ocurre cuando les adjudicamos a otros seres nuestras actitudes y tendencias inconscientes. Esto ocurre en todo vínculo, pero podemos verlo con mayor claridad en la relación de pareja.

La técnica más útil y reveladora para descubrir a la sombra es observar nuestras reacciones hacia las personas, objetos y acontecimientos del mundo exterior. La reactividad indica que nos hemos divorciado de una característica propia que deberíamos reincorporar; en cada caso, la intensidad de la reacción refleja el grado en que ese material “externo” existe a nivel interno.

Toda vez que sentimos una emoción intensa, es necesario identificar el aspecto personal que se ha activado; ésta no es una tarea fácil, ya que las emociones intensas no se caracterizan precisamente por inducirnos a la reflexión y la auto-indagación. No obstante, ver qué o a quiénes despreciamos o idealizamos permite descubrir facetas personales que de otra forma no registraríamos. Los aspectos que consideramos “negativos” cumplen una función dentro de nuestra estructura psíquica. Tendemos a entablar una batalla con nuestras cualidades proyectadas cada vez que las encontramos, o creemos haberlo hecho, en alguna persona. Sin embargo, gran parte de lo que nos parece negativo es algo que en su momento sirvió para protegernos.

Una alternativa más sabia consiste en hacer la tarea de amigarnos con las características que rechazamos y comprender su sentido profundo. Habitualmente, la rigidez encubre un exceso de vulnerabilidad, la soberbia se asienta sobre una base de timidez y la avidez tiene sus raíces en el temor a la escasez. Las críticas, que a veces se deben a la envidia, sirven para compensar sentimientos de inferioridad inconscientes, intentando generarlos en otro/s.

Las cualidades repudiadas se transforman por medio de su inclusión y aceptación. En lugar de rechazar lo que consideramos negativo necesitamos explorar su significado y su potencial. Si dejamos de reprimir nuestra ira, podremos conectarnos con el enojo saludable, que nos ayuda a expresar lo que sentimos, poner límites y lograr acuerdos. El perfeccionismo contiene la capacidad para desplegar excelencia en lo que hacemos; el egoísmo puede enseñarnos a satisfacer nuestros deseos y necesidades, y el anhelo por el poder puede convertirse en liderazgo y servicio.

Los aspectos positivos de la sombra son virtudes y talentos que forman parte de nuestro potencial. Admirar o envidiar a otros por sus aptitudes y talentos es una señal de que están espejando cualidades propias inexploradas. Muchas veces no se trata de lo que alguien hace, sino la forma en que lo hace, como atreverse a expresar sus ideas con firmeza y valentía. La actividad concreta no es importante, ya que puedo apreciar a un gran ajedrecista por su disciplina y dedicación y desarrollar esas características sin que ello implique dedicarme a jugar al ajedrez.

Curiosamente, a veces resulta más difícil aceptar la sombra positiva que la negativa; nos cuesta más percibir nuestra nobleza y ternura que nuestra indiferencia o crueldad debido a que nos hacen sentir expuestos y vulnerables.

La integración de la sombra es un requisito indispensable para la transformación personal. Descubrir a nivel interno las características que nos hacen reaccionar a nivel externo modifica nuestra actitud. Con frecuencia, y como “por arte de magia”, también suele producirse una modificación en la otra persona, y de pronto, nos damos cuenta de que no era tan irritante, desagradable o maravillosa como suponíamos. Aún cuando esto no ocurra, habremos eliminado o, al menos, disminuido nuestra reactividad. La sombra nos muestra una perspectiva diferente a la del ego. Negarnos a aceptarla nos mantiene empequeñecidos y empobrecidos, conectados únicamente con un fragmento de nuestra totalidad.

Por otra parte, cuando continuamos proyectándola, obligamos a otros a hacerse cargo de la oscuridad o de la luz que en realidad nos pertenecen. Una persona integrada es capaz de sostener sus cualidades positivas y negativas, liberando así a los demás de la carga de sus proyecciones.

Cuando reconocemos a la sombra, surge la posibilidad de desarrollar la autoaceptación, la compasión y el amor para con nosotros mismos; elementos indispensables para la evolución personal y, eventualmente, para la transformación colectiva. Es tarea de cada uno descubrir la propia sombra e iluminarla con la luz de la conciencia, y éste es un proceso que dura toda la vida.

Independientemente de las distancias recorridas, en el camino espiritual nos encontramos siempre al comienzo...


Otros enlaces:

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.