viernes, abril 05, 2013

El cielo invisible

Los mandamientos del cielo según Pablo Neruda
Los mandamientos del cielo

Yo me río, me sonrío de los viejos poetas, yo adoro toda la poesía escrita, todo el rocío, luna, diamante, gota de plata sumergida, que fue mi antiguo hermano, agregando a la rosa, pero me sonrío, siempre dicen “yo”, a cada paso les sucede algo, es siempre “yo,” por las calles sólo ellos andan o la dulce que aman, nadie más, no pasan pescadores, ni libreros, no pasan albañiles, nadie se cae de un andamio, nadie sufre, nadie ama, sólo mi pobre hermano, el poeta, a él le pasan todas las cosas y a su dulce querida, nadie vive sino él solo, nadie llora de hambre o de ira, nadie sufre en sus versos porque no puede pagar el alquiler, a nadie en poesía echan a la calle con camas y con sillas y en las fábricas tampoco pasa nada, no pasa nada, se hacen paraguas, copas, armas, locomotoras, se extraen minerales rascando el infierno, hay huelgas, vienen soldados, disparan, disparan contra el pueblo, es decir, contra la poesía, y mi hermano el poeta estaba enamorado, o sufría porque sus sentimientos son marinos, ama los puertos remotos, por sus nombres, y escribe sobre océanos que no conoce, junto a la vida, repleta como el maíz de granos, él pasa sin saber desgranarla, él sube y baja sin tocar la tierra, o a veces se siente profundísimo y tenebroso, él es tan grande que no cabe en sí mismo, se enreda y desenreda, se declara maldito, lleva con gran dificultad la cruz de las tinieblas, piensa que es diferente a todo el mundo, todos los días come pan pero no ha visto nunca un panadero ni ha entrado a un sindicato de panificadores, y así mi pobre hermano se hace oscuro, se tuerce y se retuerce y se halla interesante, interesante, ésta es la palabra, yo no soy superior a mi hermano pero sonrío, porque voy por las calles y sólo yo no existo, la vida corre como todos los ríos, yo soy el único invisible, no hay misteriosas sombras, no hay tinieblas, todo el mundo me habla, me quieren contar cosas, me hablan de sus parientes, de sus miserias y de sus alegrías, todos pasan y todos me dicen algo, y cuántas cosas hacen!: cortan maderas, suben hilos eléctricos, amasan hasta tarde en la noche el pan de cada día, con una lanza de hierro perforan las entrañas de la tierra y convierten el hierro en cerraduras, suben al cielo y llevan, cartas, sollozos, besos, en cada puerta hay alguien, nace alguno, o me espera la que amo, y yo paso y las cosas me piden que las cante, yo no tengo tiempo, debo pensar en todo, debo volver a la casa, pasar al Partido, qué puedo hacer, todo me pide que hable, todo me pide que cante y cante siempre, todo está lleno de sueños y sonidos, la vida es una caja llena de cantos, se abre y vuela y viene una bandada de pájaros que quieren contarme algo descansando en mis hombros, la vida es una lucha como un río que avanza y los hombres quieren decirme, decirte, por qué luchan, si mueren, por qué mueren, y yo paso y no tengo tiempo para tantas vidas, yo quiero que todos vivan en mi vida y cante en mi canto, yo no tengo importancia, no tengo tiempo, para mis asuntos, de noche y de día debo anotar lo que pasa, y no olvidar a nadie. Es verdad que de pronto me fatigo y miro las estrellas, me tiendo en el pasto, pasa un insecto color de violín, pongo el brazo sobre un pequeño seno o bajo la cintura de la dulce que amo, y miro el terciopelo duro de la noche que tiembla con sus constelaciones congeladas, entonces siento subir a mi alma la ola de los misterios, la infancia, el llanto en los rincones, la adolescencia triste, y me da sueño, y duermo como un manzano, me quedo dormido de inmediato con las estrellas o sin las estrellas, con mi amor o sin ella, y cuando me levanto se fue la noche, la calle ha despertado antes que yo, a su trabajo van las muchachas pobres, los pescadores vuelven del océano, los mineros van con zapatos nuevos entrando en la mina, todo vive, todos pasan, andan apresurados, y yo tengo apenas tiempo para vestirme, yo tengo que correr: ninguno puede pasar sin que yo sepa adónde va, qué cosa le ha sucedido. No puedo sin la vida vivir, sin el hombre ser hombre y corro y veo y oigo y canto, las estrellas no tienen nada que ver conmigo, la soledad no tiene flor ni fruto. Dadme para mi vida todas las vidas, dadme todo el dolor de todo el mundo, yo voy a transformarlo en esperanza. Dadme todas las alegrías, aun las más secretas, porque si así no fuera, cómo van a saberse? Yo tengo que contarlas, dadme las luchas de cada día porque ellas son mi canto, y así andaremos juntos, codo a codo, todos los hombres, mi canto los reúne: el canto del hombre invisible que canta con todos los hombres.


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Voz del pueblo, voz del cielo.
(Anónimo)

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