Aunque el “amor fati” nietzscheano tenga que ver con el destino, no es sin embargo la aceptación resignada de las cosas como acontecen.
Al contrario: el hombre nietzscheano quiere para sí, “voluntariamente”, las leyes universales del destino que las plantas, los animales, los otros seres humanos responsables y desprovistos de voluntad, se limitan a seguir ciegamente… pero también —dotado de voluntad y del poder del deseo que no se conforma con poseer— quiere hacer posible que las cosas que deberían suceder, sucedan…
Aquello que quisimos que fuera, fue; aquello que deseamos que sea, será…
“Muévete siempre en el momento, en un presente vivido plenamente, con coraje, decisión, voluntad”, decía más o menos Nietzsche… y “vive este momento de modo tal que desees revivirlo”…
El eterno retorno es, entonces, una decisión, no una “idea” o una metáfora…
Quien desea y es capaz de asumir esto a través del concepto y la intuición del “amor fati” es un ser diferente; quien apuesta por la vida, por su riesgo e incertidumbre, es diferente… —Somos diferentes, amor… y ésta es la fuerza que nos imanta y hace invencibles…
Pequeñas lágrimas de Sol |
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